Imaginemos una situación en la que podríamos encontrarnos cualquier día.
Disfrutamos de una vida acomodada, un cargo o posición socio-económica elevada. Pero tenemos un problema: Necesitamos un coche nuevo.
Un coche que aúne características de representación, para el trabajo y día a día, y características deportivas, para el ocio y la familia. Pero sobre todo necesitamos un automóvil que se identifique con nuestro estilo de vida y nos recuerde cada día hasta dónde hemos sido capaces de llegar.
Pocos coches hay, que sean realmente racionales, que reúnan estas características.
Yo he encontrado dos modelos que recientemente acaban de sacar sus respectivos buques insignia y que además ofrecen mucho más de lo que pedimos. Ambos son británicos, hechos prácticamente a mano, con calidades más propias de un despacho en la Quinta Avenida neoyorkina, y con prestaciones que no tienen nada que envidiar a un superdeportivo.
El primero se llama Mulsanne, de apellido Bentley y el segundo se llama Ghost y proviene también de buena familia, Rolls Royce.
¿Cuál elegir?
Esta es una decisión casi imposible de tomar, en conjunto ninguno de los dos es mejor que el otro, pero presentemos a cada uno y ya decidiremos con cuál quedarnos.
El Bentley Mulsanne, debe su nombre a una famosa curva del circuito de Le Mans, monta un motor V8 6.8 litros con 513 CV de potencia y saldrá a la venta a mediados de este año 2010.
El Rolls Royce Ghost, quizás su nombre venga de la suspensión adaptativa de aire que hace que levite por la carretera cual fantasma sigiloso, incorpora un motor de origen BMW V12 6,6 litros con 653 CV.
Algunas cosas en común son las cajas de cambio automáticas y la incorporación de xenón y leds en sus faros así como el lujo y prestaciones de infarto que destilan ambos por todos y cada uno de sus poros en sus más de 5 metros de largo.
Bien es cierto que el Rolls Royce lleva algo de ventaja al llevar poco más de un año en venta, mientras que el Bentley todavía no está disponible hasta dentro de pocos meses.
Volvemos a preguntarnos por cuál quedarnos y la única respuesta que se me ocurre es la que me dieron a mí en su día: “No elijas tú al coche, que él te elija a ti. Siéntate en ambos y aquel que haga que tu estómago sufra ese cosquilleo, ese es tu nuevo coche.”
¿Alternativas? Varias, pero iguales ninguna.
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