Bora Bora es un atolón situado en pleno Océano Pacífico que pertenece a las Islas Sociedad, islas que forman parte a su vez de la Polinesia Francesa. La isla de Bora Bora descansa sobre la que está considerada probablemente la laguna más hermosa del mundo, una inmensa piscina de agua cristalina que deja ver toda una sucesión de tonalidades azules y turquesas del fondo marino. Protegiendo la isla y la laguna, un barrera de arrecife rodea gran parte del atolón. La superficie total de Bora Bora es de 29,3 km2.
Desde cualquier punto de la isla, y muy especialmente desde cualquier bungalow o villa construida, se puede divisar el majestuoso monte Otemanu que con sus 727 metros es el punto más alto de Bora Bora.
El nombre actual es una variación del original con el que los primeros pobladores tahitianos llamaron a la isla: Pora Pora, que significa «Primer nacimiento». El paso del tiempo hizo que finalmente se aceptara el nombre actual.
Los habitantes de la isla (no alcanzan los 10.000) son de caracter abierto y hospitalario, en general como todos los polinesios. Carácter afable con el que durante siglos han recibido a visitantes de todas las partes del planeta. La mayoría se dedica casi de forma exclusiva a cualquier tarea relacionada con el turismo. Algo que resulta claramente obvio al contemplar cualquiera de las imágenes que acompañan este artículo. La belleza y naturaleza de este paraíso nos muestran unos recursos altamente explotables a nivel turístico.
Bora Bora es considerado uno de los destinos más exóticos y lujosos del mundo. Un lugar donde ha florecido un turismo exclusivo, muy contenido, limitado y siempre con la máxima del respeto por el medio ambiente. Un paraiso natural que, por desgracia, parece ser que tiene fecha de caducidad. Algunas de las cadenas hoteleras dedicadas a ofrecer hoteles y resorts de lujo tienen en Bora Bora su máxima expresión, como es el caso del Four Seasons Resort Bora Bora, el Bora Bora Lagoon o los fantásticos Le Méridien y St. Regis Bora Bora Resort de la cadena Starwood Hotels & Resorts. En la actualidad las autoridades no permiten la construcción de más hoteles y resorts.
La isla ofrece una inagotable oferta y fuente de diversión. Como excursiones en catamarán, canoa y piragua por toda la laguna que generalmente tienen paradas en algunos «motus» (pequeños islotes) para tomar un apetecible refrigerio. Los más aventureros sin duda se sentirán atraidos por el interior de la isla. No hay problema. Hay excursiones adaptadas a todos los niveles y capacidades. Destacando la dura caminata hacia el Pahia. Casi tres horas de camino entre orquídeas salvajes, helechos y una densa y rica vegetación. El sacrificio de la excursión tiene la mejor de las recompensas. Dicen que la panorámica de las islas cercanas que se divisa desde lo alto del Pahia te deja sin aliento durante unos instantes.
La gastronomía de Bora Bora fusiona la más tradicional de la isla con la cocina continental y, especialmente, la francesa. Es común encontrar platos que combinan la verdura típica polinesia, el Uru, los ñame (o aje), un tubérculo que suele acompañarse con pescado o carne, así como otros tubérculos como el fafa o el taro, todos ellos se suelen cocinar en los típicos hornos enterrados tahitianos, llamados «ahima’a». El conjunto de su gastronomía nos ofrece deliciosos y exóticos sabores. Para los amantes de los cócteles y las bebidas alcohólicas, Bora Bora ofrece famosos cócteles como el Maitai; mezcla de rones, piña fresca y Cointreau y el Banana Coralia; compuesto por plátanos frescos, zumo de limón, almíbar de fresa y nuez de coco.
Recomendamos la estancia en Bora Bora durante el mes de julio, fecha en la cual los habitantes de la isla celebran la fiesta del «Heiva». Es entonces cuando el carácter de la isla se torna más festivo y vivo. En cualquier hotel y lugar se realizan celebraciones y actos culturales de todo tipo donde destacan las espectaculares danzas.
Algo típico y que atrae a muchísimas parejas de todo el mundo, y que se desarrolla especialmente en Bora Bora, son las bodas polinesias. Una celebración sin reconocimiento legal pero igualmente bella y mágica digna de ese momento de unión tan especial. El acto se desarrolla siempre con una puesta de sol de fondo. Siguiendo la tradición, el novio llega en canoa hasta la orilla donde la novia ha sido llevada en un trono de «ratán», a su alrededor bailarines tahitianos danzan al son de la música tradicional. Finalmente un párroco local bendice a la pareja y les otorga los que serán a partir de entonces sus nombres tahitianos. Como ven un marco incomparable y tentador para todo aquel que oye hablar de él.
No son raras las cenas organizadas prácticamente a la orilla del mar, amenizadas por danzas típicas e iluminadas por el fuego de hogueras. Vivir esos momentos, contemplando un anochecer en Bora Bora con el majestuoso Otemanu de fondo y los casi ilimitados colores del cielo del Pacífico hacen que sea una experiencia difícil de olvidar.