Escuchar que una colección crucero está concebida para, sin más, irse de crucero, sería muy decepcionante. ¿Moda para ricos? Inexacto. ¿Ropa de entretiempo? Aburrido. Y, con todo, incompleto; cuando la moda decidió rodearse de un halo de misterio, ideó la colección crucero y al séptimo día descansó. Así que, al César lo que es del César: de una vez por todas, qué es eso de lo que todo el mundo habla y nadie tiene mucha idea. Pero no nos rasguemos las vestiduras. Suele pasar.
Todo sea dicho, el concepto no ayuda: ropa de verano a la venta en invierno, excesivamente chic para un transatlántico y demasiado elaborada para cualquier otra ocasión. Si la llamamos resort -como también es conocida- tampoco avanzamos mucho. Y menos con la idea que nos viene a la cabeza: complejo turístico, ciudad de vacaciones… Imposible no pensar en Marina d’Or. Simplemente, imposible.
Pero la colección crucero es todo eso: vacaciones, moda, barco, resort -clase A, eso sí-, glamour y un poquito de trópico. La idea: ofrecer una colección de ropa para millonarios que viajan en invierno a lugares donde siempre es verano. Curiosamente, estas colecciones tienen un marcado sabor urbanita: no son Cancún, sino Mónaco; no son la Polinesia francesa, sino París; tampoco Mauricio, sino Manhattan en una tarde calurosa. Ropa de dandy; dandy de verano. Con claros guiños marineros, lo de menos es que te subas o no a un barco. Bastará con que cruces el Club Náutico. Todos ellos. Eso será más que suficiente.