Los caminos del arte son inescrutables, no cabe duda. Mucho menos tras conocer que unos graffiti adornando las paredes de unas oficinas proporcionan al artista, pongamos, 200 millones de dólares. Bueno, no los pongamos, démoslos por hecho y deshagamos el embrollo aclarando que dichas oficinas no eran otras sino las de la primera sede en Palo Alto (California) de Facebook, la conocida red social que encabeza las listas en número de usuarios.
La historia se remonta a hace siete años, cuando la red no encabezaba ninguna lista pero sí empezaba a ganar escépticos. Entre ellos, David Choe, artista encargado de ornamentar los muros de las oficinas con sus graffiti, proyecto que aceptó por un puñado de miles de euros en 2005. Hasta ahí todo bien; hasta que su entonces presidente Sean Parker, le ofreció la posibilidad de cobrar el encargo en efectivo o mediante acciones de la compañía.
Choe afirma que bien le tentó coger el dinero y echar a correr, como se dice, llegando a tachar la oferta de «ridícula y sin sentido». Pero algo en su interior le instó a aceptar la ridícula oferta, y hoy el artista quizás también encabece alguna lista: la de artistas de graffiti más afortunados del mundo, valga la redundancia.
Hoy está listo para percibir los 200 millones de dólares que valen sus acciones… y para constatar que no es país para escépticos.
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