Esta noche, buena parte de las familias americanas se sentarán ritualmente a la mesa para degustar algún plato improvisado, recalentado o, si hay suerte, una buena porción de pizza. Pero sus mascotas degustarán un buen festín a base de pato a la naranja o pudding de verduras y foie, siguiendo la tendencia que ha revolucionado el mercado americano, transformando algunas reputadas cocinas en restaurantes de cuatro tenedores… para mascotas.
El quid de la cuestión: ya es socialmente aceptable -incluso positivo- considerar al gato o el perro de uno como de la familia. Es más: familia, directamente. ¿Y qué no haría uno por su familia? Como anécdota, las marcas superpremium de comida para mascotas se refieren a sus clientes como «padres de». Y mientras la calidad del menú de los padres de América desciende a los infiernos, la del menú del hijo mascota alcanza niveles epicúreos. Casi ridículos. Veamos algunos ejemplos.
Si bien este nuevo nicho sólo alcanza el 5% de la cuota de mercado, una cosa es cierta: el mercado es muy grande, como todo en América. Weruva, por ejemplo, ofrece una serie de colecciones temáticas para gatos con platos exóticos, como la entrada australiana Outback Grill, así como todo tipo de pescado. Mientras, los «hijos perro» degustan algo de pato, arroz integral, manzana Golden Delicious y unos guisantes de Merrick. Petropics, otra pequeña gran compañía, tiene como especialidad los Tiki Dog Flavors, a cada cual más exótico.
Y lo mejor: la presentación. Como si el mismísimo Thomas Keller bajara a emplatarles el asunto.
Más información: The New York Times