Él (Philippe Starck) dice que por necesidad, y seguramente sea cierto. Las necesidades de quien diseña con soltura muebles, casas, coches, restaurantes, trenes, molinos de viento y hasta cepillos de dientes… son otras.
Port Adriano, un embarcadero deportivo de lujo en Calvià (Mallorca) del grupo Ocibar, viene a dar respuesta a las necesidades de quien cuenta con una lancha en la costa sur de Francia, una barca en París, un bote en Venecia, y otro en Formentera, donde su semilla poliniza las mejores casas de la isla. El mejor diseñador del mundo, dicen, fue encargado con el proyecto de ampliación y reforma de la nueva Marina que pone marca a la isla. Una marca del diseño francés más vanguardista. Al menos y sin duda, el más universal.
Su huella es innegable: amarres esculturales, líneas de teca, columnas de cemento y lamparitas XL a modo de farolas que trasladan a mundos paralelos, entornos museísticos y domésticos a partes iguales. 4.000 m2 de terrazas de teca encuadran la zona comercial compuesta por 40 locales y más de 600 plazas de parking en un parking oculto.
Un lugar casi invisible, como apunta el diseñador, donde la arquitectura existe en una segunda lectura, como las buenas historias. Concebido para superyates, el efecto wow sucede después, sometido a la elegancia y a la clase, valores carentes del brillo neón de las grandes superproducciones.
«No podría sobrevivir lejos del mar«, afirma el diseñador. Ahora, nosotros tampoco.
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