Desde el boom de la Coca-Cola -y hablamos nada menos que de finales del siglo XIX- nunca se había armado tanto lío con bebidas refrescantes, burbujas y notas amargas. La consolidación del reinado del gintonic como bebida it ha catapultado a su brebaje consorte, la tónica, a un indisoluble éxito.
Las nuevas marcas de tónica invaden los estantes de los bares de copas e inventan nuevos en las gintonerías de reciente apertura. Y las menos nuevas, ésas con tradición y solera, obtienen la visibilidad que se trabajaron con años de historia.
El segundo es el caso de Abbondio, la «gaseosa amarga» bautizada en Italia a finales del siglo XIX, curiosamente coincidiendo con el lanzamiento de Coca-cola, la bebida del pueblo. Como con la mayoría de bebidas que hoy metilizan nuestro ocio, la fórmula de la tónica vio la luz con fines terapéuticos. Resultado de añadir quinina al agua carbonatada, su uso estaba destinado al tratamiento de la malaria. Casi nada.
Volviendo al lifestyle de una bebida en boca de todos -aún en modo consorte-, dicen de esta tónica que su carbónico es todo lo delicado que requiere su maridaje con las mejores ginebras del mundo. Siguiendo los pretéritos de toda buena tónica, su equilibrio cítrico lo aportan los limones que vienen a contrarrestar la amargura de la quinina; un fino azúcar de caña aporta la dulzura que completa la fórmula.
Una antigua y secreta fórmula que celebra ahora su 120 aniversario con una edición de botellas vintage con motivos pin-up que, aunque no consigue ligar con los valores de la marca, bien seguro invadirá los estantes de algún que otro coleccionista nostálgico.
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