Resiguiendo desde Ginebra la orilla izquierda del lago Leman nos encontramos con Cologny, una pequeña población con encanto que esconde una magnífica propuesta gastronómica en un entorno especial. Le Lion d’Or, sin llegar a tener la repercusión mediática de los grandes nombres de la cocina, ha sabido perfeccionarse año tras año hasta convertirse en uno de los mejores restaurantes de Suiza, combinando un marco alpino idílico –una gran opción para una cena romántica, ahora que se acerca San Valentín– con una cuidada cocina de producto.
Los chefs –y propietarios- son Thomas Byrne y Gilles Dupont, que han ido salpicando su cocina moderna afrancesada de toques creativos de corte asiático y frecuentes contrastes -muy medidos-, tan notorios en sabores y texturas como en aromas, algo meritorio por poco habitual.
Y si hay contrastes en el plato, alrededor de él hay aún más. Interior elegante y minimalista de colores neutros, que choca con un exterior exultante de naturaleza –el lago, las montañas, el jardín repleto de orquídeas…-. Entre uno y otro, generosos ventanales comunicando ambos mundos. Con el buen tiempo, siempre podremos decantarnos por disfrutar ‘sólo’ de uno de ellos sentándonos en una de sus mesas de la terraza.
Pero si la cocina a cuatro manos de Tommy y Gilles ha sido merecedora de la estrella Michelin que ostenta es, en buena parte, por ese atrevimiento creativo, difícil de ver en las cocinas de la zona. Sí hay una base técnica que permite ejecuciones precisas, sí hay especialidades clásicas -del recetario francés, principalmente-, sí hay un buen producto, pero ese elemento diferencial es, junto al magnífico entorno, lo que hace de Le Lion d’Or un restaurante especial.
Servicio profesional con un toque de calidez y extensa carta de vinos, con buen aporte de vinos locales a precios asumibles y predominio de referencias francesas a precios mucho menos populares.
Como ya se ha convertido en norma general, disponen de un par de menús degustación en función del número de platos, que situarán la cuenta entre los 90 euros y los 150 de la opción más extensa de 8 platos.
En la carta, atención al bloque de foie con chutney de dátiles a la miel de flores; divertida asociación de especias en el ‘viaje asiático de 3 cigalas’, ejemplares de tamaño medio y textura muy delicada; y sube aún más el nivel en una lubina en escabeche, casi de terciopelo, con notas de lima y vainilla. En las carnes, quizás donde el atrevimiento es menor, magnífico asado de pintada con trufa fresca y curioso crujiente de patata y, para los amantes de los sabores contundentes, recomendable solomillo de buey Angus escocés, servido junto a una reducción de vino joven.
Postres muy elaborados, incluso aquellos basados en la fruta, donde el cubo de manzana al caramelo y flor de sal, y el cremoso de chocolate con helado de malvavisco y pétalos de naranja cristalizados ponen un excelente punto final a nuestra bucólica experiencia gastronómica.
¿Hace un San Valentín en Suiza?
Colaboración especial: Dani – CaviarBCN
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